Descarbonizar el mar: La batalla por un futuro azul
Especial para la Revista Viento y Marea de la Autoridad Marítima de Panamá
Hace unos tres millones de años, Panamá emergió
del mar, no solo con una geografía privilegiada, sino con vocación de tránsito.
Hoy, más que territorio costero, es una nación moldeada por las mareas. Pero
ese mar que ha marcado nuestro propósito histórico está amenazado. Las rutas
que cruzan sus aguas arrastran una carga invisible: emisiones de gases del
efecto invernadero. Cada embarcación que navega bajo nuestra bandera, surca
nuestras aguas o atraviesa nuestro canal lleva más que mercancías; transporta
una responsabilidad impostergable. Descarbonizar el transporte marítimo no es
solo una meta técnica: es un acto de memoria, justicia y de amor. Porque no se
trata solo de limpiar: es interpretar las señales del planeta y responder con
responsabilidad.
Un peso invisible
El transporte marítimo mueve más del 80% del comercio mundial, pero
también es responsable de cerca del 3% de las emisiones globales de gases de
efecto invernadero. Aunque parezca una cifra modesta, si el sector fuera un
país, sería el sexto mayor emisor del mundo. Un informe de Global Fishing Watch
lo confirma con datos contundentes: en 2023, los buques industriales liberaron
1,300 millones de toneladas de dióxido de carbono, haciendo innegable la
necesidad de reducir su impacto climático.
Los buques mercantes, cruceros y embarcaciones
pesqueras queman combustibles fósiles pesados, como el búnker, que liberan
dióxido de carbono (CO₂) y óxidos de nitrógeno (NOₓ) y azufre (SOₓ). Estos
contaminantes calientan el planeta y afectan la salud humana y la biodiversidad
marina.
Como país con la flota más grande del mundo,
Panamá tiene una oportunidad única de liderar el cambio. Su posición
estratégica y su influencia en la regulación marítima global le otorgan un
papel protagónico en la transición hacia una navegación más limpia. A nivel
estatal, la Autoridad Marítima de Panamá
(AMP) ya ha implementado medidas para incentivar el uso de combustibles
alternativos y tecnologías de eficiencia energética, como la prevista en
la Resolución 106-91 DGMM del 21 de
diciembre de 2016, la Resolución J.D. No. 069-2015 de 14 de octubre de 2015 y
el artículo 149 de la Ley General de Marina Mercante (Ley 57 del 6 de agosto de
2008).
Vientos del cambio
El camino hacia una navegación sin carbono está lejos de ser sencillo.
La transición enfrenta múltiples desafíos: desde la falta de infraestructura
para abastecer combustibles alternativos, hasta la resistencia de sectores que
temen perder competitividad en el corto plazo. La inversión inicial en
tecnologías limpias sigue siendo elevada, y muchos países en desarrollo carecen
del financiamiento y la capacitación técnica para adoptarlas. Además, la
ausencia de suficientes regulaciones vinculantes a nivel global ralentiza el
avance, dejando la responsabilidad en manos de acuerdos voluntarios y
compromisos fragmentados. En este contexto, la descarbonización corre el riesgo
de convertirse en un privilegio de pocos, en lugar de una solución colectiva.
Si no se abordan estas amenazas con decisión y cooperación internacional se
arriesga la oportunidad de transformar el transporte marítimo.
El ingeniero Samuel Guevara, director ejecutivo de la oficina de SEGUMAR Miami, Dirección General de Marina Mercante (DGMM) de la Autoridad Marítima de Panamá (AMP) nos ofrece un panorama general
del desafío económico. “Sistemas como los rotores eólicos pueden reducir el
consumo de combustible hasta en un 30%, dependiendo de las condiciones de navegación.
El costo de instalación por unidad ronda los 5 millones de dólares, y el
retorno de inversión se estima en aproximadamente cinco años para rutas como
Australia–China en buques graneleros de 50 mil toneladas. Si la mitad de la
flota panameña adoptara esta tecnología, la inversión superaría los 20 mil
millones de dólares, con una reducción de emisiones cercana al 15% de la flota.
Este ejemplo ilustra los altos costos que enfrenta la industria para avanzar
hacia la descarbonización”.
La buena noticia es que la transformación ya ha
comenzado. La innovación está reescribiendo el mapa marítimo con soluciones que
antes parecían utopía: velas automatizadas que aprovechan la energía del viento para
reducir el consumo de combustible, el diseño aerodinámico de cascos, motores híbridos y sistemas de propulsión eléctrica que
disminuyen las emisiones sin sacrificar eficiencia, y tecnologías de captura y almacenamiento de carbono. Además, el
uso de combustibles alternativos
como el amoníaco verde, el hidrógeno y el metanol renovable está ganando terreno en los laboratorios, los
astilleros y las rutas comerciales.
La inteligencia artificial también entra en juego, optimizando rutas y
recuperando calor para mejorar el rendimiento energético. Como afirma el Dr.
Tristan Smith, investigador del University College London: “La
descarbonización del transporte marítimo es técnicamente posible y
económicamente viable, pero requiere una acción política decidida y una
colaboración internacional sin precedentes”.
La Organización Marítima Internacional (OMI)
estableció en su Estrategia 2023 el objetivo de alcanzar cero emisiones netas
de carbono para 2050, así como metas intermedias del 20% de reducción en 2030 y
del 70% en 2040. Cumplir estas metas requerirá inversiones sostenidas,
innovación tecnológica y un marco regulatorio sólido a nivel global.
La dura realidad
La contaminación atmosférica y marítima genera efectos directos e indirectos
sobre la salud de los ecosistemas marinos:
·
Acidificación de los océanos :
El CO2 disuelto en el agua aumenta la acidez, comprometiendo la supervivencia
de corales, moluscos y peces con caparazón calcáreo.
·
Contaminación por hidrocarburos:
Los derrames dañan la superficie y el fondo marino, afectando aves, mamíferos y
plancton.
·
Ruido submarino:
La polución acústica interfiere con la comunicación, migración y reproducción
de cetáceos y peces.
·
Emisiones de metano :
El aumento de metano en el buque supone un efecto de calentamiento más potente
que el CO2 a corto plazo.
Justicia climática
La descarbonización del sector marítimo es una cuestión técnica y ética. Las
comunidades costeras, especialmente en países insulares y en desarrollo, son
las más vulnerables a los impactos del cambio climático, a pesar de ser las que
menos contribuyen a las emisiones.
Como ha señalado la experta en gobernanza
oceánica Kristina Gjerde en diversos foros internacionales, la sostenibilidad
marítima exige una mirada equitativa: descarbonizar
el transporte no debe ser privilegio de unos pocos, sino un compromiso
compartido que incluya a quienes históricamente han quedado al margen. Esto
implica que las políticas de descarbonización deben incluir mecanismos de
financiamiento justo, transferencia tecnológica y capacitación para los países
del Sur Global.
No basta con cambiar el combustible si no
transformamos la mentalidad. La transición hacia una cultura marítima
sostenible exige mucho más que tecnología: requiere visión, compromiso y una
profunda reconfiguración de nuestras prioridades. Las iniciativas públicas y
privadas —desde incentivos y automatización hasta inversión en investigación y
cooperación internacional— son el terreno fértil donde debe germinar esta nueva
conciencia.
Desde la formación de marinos en prácticas limpias,
hasta la educación ambiental en escuelas de las poblaciones costeras, cada
acción cuenta. Como señala el capitán Peter Thomson, enviado especial de la ONU
para el océano: “La salud del océano es la salud de todos. Y todos tenemos un
rol que jugar”.
Arthur James, ingeniero mecánico con enfoque
naval, docente e investigador en la Universidad Tecnológica de Panamá y
consultor para la Unión Europea, lanza un llamado claro y urgente: “Los jóvenes
deben elegir carreras afines a la energía, al desarrollo de combustibles y la
descarbonización. Hoy existen más becas en estos campos. Las oportunidades para
resolver los grandes desafíos exigen que estemos preparados para aprovecharlas”.
Y es que James no solo enseña: innova. “Estoy
produciendo un biocombustible más limpio, que no compite con la alimentación y
que puede reemplazar a los combustibles convencionales.” Su trabajo encarna el
tipo de liderazgo técnico y visionario que Panamá necesita para asumir su
puesto en el mapa energético global.
Como en cualquier campo del progreso humano, la
educación es mucho más que preparación técnica: es una apuesta estratégica por
el futuro del país. Porque cuando el momento llegue, Panamá debe estar lista
para liderar, no para reaccionar.


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